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Masterchef o vuelve a casa para cocinar y llorar

Ayer en Masterchef hubo de todo. Programa completo. Mola, porque ya se nota que nos vamos acercando a la final. Bueno, que todavía quedan nueve concursantes, algo así como mes y medio de programa, pero ya me entienden.

La primera prueba, un clásico. El reencuentro con las familias. De verdad, quiero analizar con seriedad este tema. A qué vienen tantos lloros. Tantísimos lloros. ¿Cuánto tiempo han estado fuera los concursantes? ¿Tres meses? ¿Cuatro? No llega ni de lejos. Vamos, lo mismo que si uno se va de Erasmus, ¿no? Pues una experiencia tan normal que tienen miles de jóvenes, hizo llorar hasta a Rocío, que es medio espartana. O en Masterchef les hacen picar piedra con punzones de colegio, o no me lo explico.

Bueno, puede que ser andaluces tenga algo que ver, pero dejemos tranquila a esa comunidad autónoma hoy.

Luego, hay algo que no puedo quitarme de la cabeza. Una especie de fallo en Matrix. Qué locura que las parejas se parezcan entre ellos. Jose Luís y su mujer, Pablo y la suya. Raquel, una de las gemelas, y Raúl, su marido. Seguro que sus amigos les llamaban «rará» o alguna movida cursi parecida. Recuerdan a las familias de Los Simpson, en las que los matrimonios siempre se parecen entre ellos, como si fuera primos.

FOTO SIMPSON

Luego, la repesca. Que tampoco hacía falta traer a todo el mundo. Porque ya me dirás qué necesidad había de llamar a Esmeralda. La pobre, en casa, prohibiendo que su hijo se vacune e intentando curar su gripe con remedios homeopáticos, y Masterchef que venga, que para dentro otra vez. Tampoco hacía falta molestar a Aniuska, porque la chavala no dio pié con bola. Se agobiaba sola y preparaba el pescado como si descuartizase un cadáver. Un reboot de Los Soprano con esta chica.

GIF SOPRANO

El repescado, finalmente, fue David. Bien. El chaval es majo. No se le entiende mucho al hablar, consume estupefacientes sin parar y es de Cantabria, una de las tres comunidades autónomas más aburridas de España. Pero en general, es mejor decisión que ningún otro. Se fue directo a la prueba de eliminación, porque había decidido correr la misma suerte que el equipo rojo.

A Roció le preguntaron que quién quería que volviese y dijo que nadie, que la vida ya era horrible así. Se lo juro.

En la prueba de eliminación, las aves fueron el ingrediente principal. No daba para tanto juego de palabras como lo del rabo de toro de la semana pasada, pero por supuesto pudimos escuchar muchos «estás en las nubes», «tenéis pájaros en la cabeza» y «más vale pájaro en mano». Me pregunto si de verdad serán reacciones naturales o les coaccionarán de alguna forma. Encerrando a sus familiares en sótanos. «Di lo del pájaro o no volverás a ver a tus hijos»/»Pero es que es malísimo»/»Es eso ¡o hacer un rap!»/¡No, de acuerdo, lo diré, basta por favor!».

Reichel tenía que cocinar un pollo pero pintó un cuadro. Jose Luís, básicamente, quemó, rompió, trituró, frió y lanzó su parte, hasta casi mete detergente en el plato. Pero luego le salió maravilloso. El hombre cocina como esos vídeos en los que lo único que hacen es tirar todo con rabia al plato. Aunque al final, ni Adría, mira tú.

Natalia no dejó de decir que odiaba a Reichel, pero cuando le preguntaron quién creía que se iba a marchar, dijo Pablo, porque al parecer tiene para todos. Pablo, aquí lo dejo dicho, es el nuevo Emil. Un hombre que la lía, vale, pero cocina que te cagas y nadie se lo reconoce. Le pusieron al final junto a Daniel en la eliminación, pero estoy convencido de que fue para que Daniel no se sintiese tan mal. Daniel, a tu casa a peinarte raro, que tienes cuarenta y cinco años, hombre ya.

Besos, gastrónomos. Oigan y comenten, compartan, y busquen en Twitter nuestras crónicas en directo, que son chistes güenos. La semana que viene más.

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by Santi Alverú

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