El corto [highlight color=»eg. yellow, black»]Hozour[/highlight] resulta una experiencia muy novedosa, lo que se está demostrando como algo harto complejo a la hora de representar la gastronomía en el cine. Con el uso de la cámara en mano, el director Hossein Rasti retrata una cita anual que ocurre en un pequeño pueblo de Irán: la celebración de siete días de luto por la muerte de una importante figura religiosa organiza a toda la comunidad para ofrecer un banquete denominado abgoosth, que contará con unos cinco mil comensales.
Aunque la calidad sea amateur, la inmensidad del evento es tal que favorece a que el resultado sea profesional, y junto a esto la ausencia de diálogo le otorga una sobriedad que le da un toque de autor muy pertinente. Como corto, no se me ocurre mejor manera de aprovechar una oportunidad y una localización cercanas.
Con [highlight color=»eg. yellow, black»]Soul of Banquet[/highlight] ocurre todo lo contrario (no sé quien decide las asociaciones pero no dejan de equivocarse colocando aventajados alumnos del mundo del cortometraje junto a perezosas obras cinematográficas). El director Wayne Wang, autor de títulos tan emblemáticos como Smoke, sorprende (mal) haciendo que una historia de apenas 80 minutos resulte eterna.
La historia es, sin duda, un punto de partida interesante y valdría si no estuviese acompañada de la misma salsa que parece empeñado en que nos tomemos el cine oriental culinario (si es que este género existe): el conflicto generacional en la gastronomía de los países asiáticos. Una antigua y reputada chef, Cecilia Chang, nos cuenta a modo de entrevista su vida, a veces interesante gracias al pasado comunista del país y a veces incómoda, pues aparecen una serie de historias privadas con su familia que precisan de más tratamiento por parte del realizador que un simple «colocar la cámara ahí». Porque eso es lo que hace Wang, colocar la cámara y poco más. Y colocarla, sería arrogante decir «mal» pero es justo indicar «con mucha pereza».
Para colmo, tras escuchar a un par de amigas de la protagonista que no cuentan nada pero hablan mucho, la chef Chang ofrece una cena en la que… ¡¡prácticamente no cocina ella!! Solo al final intenta despertarse Wang y salvar su cinta con una intimista (y conocida) fotografía de los platos finales, a los que Chang mete mano muy de vez en cuando.
Con esta ya llevamos demasiadas historias de ancianas con problemas para cocinar, espero por mi propio bien (y el vuestro) que no se repita esto. ¡Rezad por mi lectores! ¡Mañana más! (espero).
Fdo:
By Santi Alverú.