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MasterChef 4. Fino filipino.

Señores, a mi me gusta que lo bueno se repita como al que más. Me encantan los helados con tropezones grandes, las giras de despedida de los Rolling Stones que se repiten todos los años y que Cristina Pedroche la líe cada vez que habla. Pero creo que con MasterChef, ya hay que ir a lo grande.

Que ojo, el primer programa de la cuarta edición ha tenido más luces que sombras. Como espectador, claro. Si eras un participante, tu vida era una desgracia prácticamente asegurada. Piensen en los casi veinte mil que no fueron elegidos, pobres. Toda esa gente que entrevistan y luego para nada. Padres con tres, cuatro, seis, doce hijos. Gente huérfana, abandonada, y hasta filipinos. Por morbo, podrían haber hecho el programa en un campo de refugiados, porque hasta pasada una hora de programa aquello de cocinar tenía poco, pero de llorar mucho.

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A los pobres aspirantes hasta les llovió. Mojado, alguien decía cosas como «mi madre me dijo antes de morir que persiguiese mis sueños y aquí estoy». Claro. Seguro que esto es lo que tu madre quería. Vamos, fijo que dejar tu futuro en manos de un concurso de la tele es la mejor interpretación de sus últimas palabras. Hiciste bien en dejar la carrera de medicina. De hecho, cómete ese último bollo. Es lo que ella habría querido.

Cómo es la gente con lo de la muerte, le das la mano y te cogen el brazo.

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Poco a poco fueron seleccionando a los mejores cocineros. Les dijeron que se habían equivocado de programa y al final compitieron por el delantal los más pintorescos. ¿Una madre y un hijo? Dios mío, ¡adelante! ¿Una vieja? ¿Acaso una edición sin una vieja no sería ILEGAL? ¿Un tío que quiere PEDIR MATRIMONIO A SU MUJER EN DIRECTO? Los productores del programa habrían metido a ese tío aunque hubiese cocinado un colacao con leche fría.

Me quedo con dos momentos. El de las hermanas gemelas. Dos andaluzas, a una la cogen y a otra no. Mientras una marcha, la otra se queda pidiendo el delantal para su hermana, que por favó, que ella tiene mucho való por está ahí. Y TVE juega con nosotros, así como cuando Batman está a punto de palmar y no sabes si sí o si no pero al final no, vive. Pues eso. Que ya lo sabíamos, todo bien y las andaluzas para dentro.

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Luego, una mujer que hablaba todo el rato del universo. Esa señora se escapó de algún sitio. Estoy seguro de que es una adicta a apuntarse a programas de la tele, y en cada uno se curra un personaje distinto. En su centro de internamiento deben estar hasta las pelotas. «La quinta vez que se nos fuga, el año pasado la pillamos en el aeropuerto a punto de irse con los de Pekín Express».

Así que en general, bien. Pero de verdad, como decía al principio, hay que ir a por más. Andreina y Natalia, las dos bellezas de esta edición, tendrían que haber competido en bikini. O mejor, una edición únicamente con rusas. Pablo Motos debería ser el cuarto juez. Deberían incluir preparar metanfetaminas como parte de un programa, y que resultase que Pepe es un maldito genio de la química. O a lo mejor, traer a gente que cocinase bien, aunque no tenga el pelo morado. ¿Se lo imaginan? Una locura.

Intentaré pasarme por aquí todo lo que pueda gastrónomos. Saludos.

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By Santi Alverú

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