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El desvieje de las gallinas

¡Hola gastrónomos!

Hace meses os hablé de Noelia García en un artículo en mi sección «Hecho en Asturias» del Yantar, de El Comercio. En ese texto os expliqué el porqué de mi enamoramiento absoluto de esta joven granjera y, por supuesto, de su granja.

Pita Sana cumplía los requisitos que hacen que yo, Carmen Ordiz, me deje conquistar por un proyecto agroalimentario. O bien:

  • pasión
  • bienestar animal
  • y por ende, un producto de 10

Recuerdo abrir aquellas líneas comentando la vuelta a los métodos de producción de antes, de cómo muchos trabajadores del campo, tras haber visto los pros y contras, decidían dar un paso atrás e inspirarse en la forma de trabajar la tierra de nuestros antepasados sin, obviamente, renunciar a ciertas facilidades y avances tecnológicos. Así como el interés del consumidor por conocer a quien produce los alimentos que llevan a su mesa, volviendo a tener una cesta de la compra más «humanizada».

Noelia me contó, cuando la entrevistaba, que tras estudiar ciencias forestales buscaba aplicar sobre el terreno lo que había visto hacer a sus abuelos. Quería a través de esta pequeña granja, y con el apoyo de su marido Pablo Vélez, dejar un mundo mejor para su hijo Xurde.

Una de las cosas que me gustó de esta pareja era su filosofía de vida. Vivían una vida acorde a sus ideales, y no solo se basaban en poner una etiqueta de eco a sus productos. O bien, verdaderamente sienten lo que hacen y trabajan acorde.

Su objetivo a corto plazo,  «es autoabastecer nuestras necesidades y conseguir una granja 100% sostenible también a nivel energético. También ser una granja modelo con muchos árboles frutales, animales y un círculo cerrado», me contaban.

Fotografía de El Comercio

Hoy descuelgo el teléfono y noto en su voz un poquito menos de fuerza y de ganas. ¿El motivo? Sus gallinas han superado el primer ciclo de puesta y deberán ser sacrificadas.

Como resumen, las gallinas, pasado un año y medio, tienen un parón en la puesta de huevos y durante unos meses dejan de poner y se les caen las plumas. Debido a una ley, si no me equivoco Europea, se les obliga a las granjas a sacrificar a los animales. Como dato, esas gallinas, pasado el momento de parón, entrarían en un segundo ciclo y volverían a poner huevos. Por este motivo, Noe el año pasado se encargó de hablar con la Consejería, quien aceptó y les permitió distribuirlas entre sus vecinos y amigos para evitar que sus queridas gallinas tuviesen un final inminente. Este año por desgracia esto no será posible y 500 gallinas serán sacrificadas.

Gallinas en la granja de PitaSana

No voy a entrar en la validez de esta normativa, pues lo último que haré desde la comodidad de mi silla es hablar sobre el trabajo de aquellos expertos que forman parte de la Comisión de la Unión Europea, pero sí quiero dar mi opinión y transmitir mis sensaciones.

Hoy he sentido tristeza y rabia al oír en la voz de Noe la desesperación fruto de la impotencia. En primer lugar por tener que mandar al matadero a 500 de sus preciadas gallinas. Todo el que la conoce y ha visto cómo habla de ellas y de sus huevos, sabe que siente devoción por sus animales.

En segundo lugar, sentí su angustia, ya que su producción es tan pequeña que a ningún matadero le interesa ir a buscar a sus animales, por lo que además de perder 500 piezas tiene que pagar por ello. Y por supuesto, pagar otro lote de nuevas gallinas que tardarán meses en criarlas y en producir huevos.

Gallinas en PitaSana

En total, unos 7000 euros, a mayores del dolor sentimental y moral que una empresa pequeña, como la de Noe y Pablo, afronta a duras penas.

Solo sentí de nuevo aquella ilusión de hace meses cuando me explicaba que estaba pensando cómo solucionar este problema. Me comentaba que estaba hablando con santuarios de animales de toda España para distribuir entre ellos algunas de sus gallinas y al menos salvar la vida de un centenar.

¿Estamos matando moscas a cañonazos? ¿Porqué sacrificar animales sanos? En parte reconozco mi ignorancia ante esta problemática, pero también mi malestar y mi pesar, el cual ni quiero ni puedo ocultar.

He compartido con vosotros esta información porque creo que es necesario hacer llegar a la gente las dificultades que pasan estas pequeñas empresas y estos productores que luchan por llenar de buenos productos nuestra cesta de la compra y por hacer las cosas bien. También para hacer entender que cuando un huevo «es caro», detrás hay más tela por cortar de la que parece, y que producir alimentos no es un juego de niños.

Ojalá una solución para este tipo de normativas que igualan realidades que no lo son y que hace crueles producciones que luchan con su trabajo diario por un bienestar animal que, por desgracia, no se encuentra en todas las granjas.

¿Qué opináis?

Firma Carmen Ordiz

¿Qué huevos debemos comprar?

 

 

 

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