La Tasquita de Enfrente. Pureza y autenticidad

Portada creación de Visuales para La Tasquita de Enfrente en Madrid Fusión 2017

La sala, la decoración, el arte en sus paredes llenas de ilustraciones, el trato, la carta de vinos, la materia prima, la sofisticación de la sencillez y la complejidad de lo puro que te acompaña en cada plato. Una de las tantas cosas que me vienen a la mente si hablo de La Tasquita de Enfrente.

Por cierto, el local recibe este nombre porque en los años sesenta se encontraba frente a una tasca de reconocido renombre. Mientras ese y el resto de locales en los aledaños fueron desplazándose a otras ubicaciones, Serafín Lopez, alias “Gaona”, decidió quedarse y seguir haciendo disfrutar del buen comer desde el número seis de la calle de la Ballesta a todo el que le visitaba.

Unos cuantos años después y dejando atrás el maletín como directivo de un sector que me atrevo a decir era bastante más aburrido que el de la gastronomía, su hijo, Juanjo López, a quien creo muchos ya conocéis, sigue manteniendo ese buen hacer y esos sabores puros que pocos privilegiados pueden permitirse. Platos en los que se apuesta por respetar las elaboraciones, los sabores de verdad y los productos con nombre y apellido. Chipirones de la rula de Lastres (tienen origen asturiano y eso me “prestó” mucho leerlo) o gambas de Sanlúcar. Así por poner dos ejemplos de una selección de platos maravillosos que conformaron el menú degustación que me metí entre pecho y espalda hoy. Puedes ver aquí un video.

En La Tasquita, durante un buen rato, me limité a disfrutar, a saborear como si estuviera en tabula rasa y volvió a mi mente un pensamiento que viene a mi cabeza con frecuencia. “¡Afortunados los que aún no han probado ciertos sabores y podrán disfrutar como quien lee sin aún saber que está ante su libro preferido”. Os recomiendo que viváis la experiencia y os dejéis sorprender aun con la nostalgia de saber que primera vez, lamentándolo mucho, solo hay una.

🍷Pd: mención especial al Brézème de Eric Texier, un vigneron que descubrí gracias a mi querido amigo y compañero de universidad Andrea Gaggero en un viaje a Côtes du Rhone y donde por caprichos del destino él acabaría trabajando durante una época de su vida.

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