Cuando ser normal es algo extraordinario

No recuerdo la última vez que me pasé por aquí con la intención de escribir algo que no fuese contar un hito o narrar un evento. De hecho, dejarme caer con el mero fin de hacer que los dedos fluyan sobre las teclas y limitarme a ser narradora de historias ya se me hace hasta extraño. Pero lo echaba de menos, lo confieso.

 “Ser narrador de historias”. Así cerró su entrevista de forma sublime Pitu Roca en su intervención en el podcast.

Ayer compartí un té con Concha Crespo. Suena un poco snob pero es real. Nos tomamos un té verde de la Tetera Azul que, sin intención de hacer publicidad, es una marca leonesa que me encanta porque utilizan las hierbas como si de un laboratorio médico se tratase, mimando cada proceso de su producción y alejándose de la utilización de metales. También por cómo cuidan su estética. 

En lo de enrollarme sigo igual que la última vez que me paseé por estos lares. Hay cosas que no cambian. Y es normal. 

Volviendo al tema que aquí me trajo, compartí con mi querida Concha Crespo un té y muy sabias palabras. Por su parte, por supuesto y por su puesto. Yo me limité a escuchar y aprender.

Concha vivió el auge de la gastronomía española, el crecimiento de Ferran Adrià, la coronación de Mario Sandoval y un sinfín de momentos que marcaron nuestra gastronomía. Todas estas historias han quedado inmortalizadas en un episodio del podcast que pronto verá la luz. Me siento privilegiada de poder hacer esto.

El ramo preciosísimo de El Invernadero que me trajo Patricia

Esta nueva temporada del podcast me ha permitido tener conversaciones con gente maravillosa. Patricia Ibarrondo es una de esas personas con la que, además, hoy he tenido la suerte de compartir un almuerzo exquisito y un “lágrimas de María”. Un Rioja Alta con una relación calidad-precio sublime que vende mi amiga Carmen en Manduca Selección. 

Concha y Patricia son inspiradoras y ellas, inconscientemente, han hecho que esté hoy aquí «con el mero fin de dejar que los dedos fluyan sobre las teclas y ser narradora de historias«. Gente normal que te maravilla. 

En la era en la que el «wow«, el «baila en TikTok aunque seas historiador de arte», de ser el primero en contar la noticia, de prostituir —perdóneseme la expresión— a la familia con el simple objetivo del like fácil y en la que triunfa el contenido vacío, encontrar (y ser) gente normal es algo paradójicamente extraordinario. 

Sí, en mi casa ser normal significa ser extraordinario. Ahora me explico, sin pretender ni tener la osadía de rebatir a la Real Academia Española.

Está fuera de la normalidad tener una conversación enriquecedora; se mide con cuentagotas la elegancia de ese sector de la población que no tiene que ponerse medallas; escasea el saber hacer sin pretensiones; hay poquito respeto por el trabajo ajeno; es reducida la ambición de querer seguir aprendiendo; pocos cuidan la estética sin caer en lo cursi y un largo etcétera de carencias que me hace caer en la cuenta del porqué, desde un tiempo a esta parte, no pierdo el tiempo con ciertas personas y lo invierto de mil amores con otras. 

En definitiva y volviendo a la gastronomía, hay gente que es un buen plato de pasta o ese mixto hecho con mimo que te comes en el sofá y que te sabe a gloria y que para mí supera cualquier menú con escenografía (y alevosía) de esos locales de capital con mucha sala, baile y poca cocina.

Espero convertir de nuevo en normal volver por estos lares.

He decidido que hoy cenaré un sándwich. 

Bendita e inspiradora normalidad. 


Firma Carmen Ordiz

 

 

 

 

2 comentarios

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

¿Te gusto? Compártelo