Examen sorpresa para los lectores de G de Gastronomía. Llevamos desde ¡¡verano!! analizando las diferentes técnicas y formatos que emplea el cine para plasmar el mundo de la gastronomía y las posibilidades que este le aporta al anterior.
Así que aprovecho la muy variada y muy interesante oferta del festival Film and Cook para repasar lo que hemos aprendido.
En primer lugar hemos visto las limitaciones de la ficción. El «cine gastronómico» rara vez es algo más que una excusa para añadir una metáfora visual a la parte narrativa de la cinta. ¿El ejemplo más habitual? Mezclar comedia romántica y comida exótica y justificar la inclusión de esta última como el nexo de unión entre dos culturas y dos personalidades (la de los amantes) aparentemente irreconciliables. En Film and Cook hemos visto que se puede hacer con más o menos habilidad y originalidad (bien para Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? y suspenso estrepitoso para Amor en su punto), pero al final las limitaciones son palpables y todo resulta una mezcla de tópicos contados con pereza para poder incluir la cinta en un circuito de cine bastante más amable que el de los festivales convencionales.
La ficción está encontrando, sin embargo, otra camino hacia lo gastronómico que no pase necesariamente por incluir platos una y otra vez en su metraje, y es el camino de la nostalgia. Tras llegar a mil y una formas de revitalizar los clásicos, se han inventado nuevas formas de promoción basadas en la gastronomía, como menús temáticos o como los cócteles inspirados en grandes obras maestras que Schweppes y Film and Cook nos trajeron durante estos días. Cócteles inspirados en Uno de los nuestros, El resplandor o La naranja mecánica, mezcla definitiva para el disfrute del foodie-cinéfilo.
Por otro lado, el documental. Un género más potente, pues como ya vimos en otros por aquí como Foodies o Food Inc, la forma en la que comemos hoy en día experimenta tantos cambios que merecen ser registrados, y este proceso solo necesita de un mínimo criterio en su temática y de cierto talento en su parte visual para triunfar. En Film and Cook vimos desde muy poéticos cortometrajes sobre una tapa muy barcelonesa; pasando por la historia del Omelette man, un cocinero indio de fama mundial por sus tortillas callejeras, hasta la vida del español que alimentaba desde La Scala a todo el star system del Hollywood clásico.
Y por último, la vanguardia. La experimentación. Es curioso como aquí son los cocineros los que dan una lección de imaginación y creatividad a los cineastas. Tan solo David Muñoz, desde el restaurante DiverXo y los hermanos Roca desde El Celler del clan Roca han entendido que cuando un plato o un ingrediente es filmado debe aportar algo al espectador lo más parecido posible a un sabor y un olor pero lo más alejado posible también de aquello que se esperen. Han entendido los géneros, las posibilidades e incluso le han añadido cierto sentido del humor, y han sabido ponerse en manos de los profesionales adecuados para llevarlos a cabo.
Me despido con la pieza del restaurante DiverXo, que por si sola justifica todas las comedias pseudo francesas sobre croissants y baguettes que me he tragado en mi vida. Espero que les guste tanto como a mí y que entiendan por qué es tan descaradamente novedosa y arriesgada. El próximo artículo será menos teórico y seguro aprobarán con nota: cómo hacer un buen showcooking. ¡Hasta pronto!
By Santi Alverú