¡Hola gastrónomos!
Si hay algo que recuerdo de mi infancia y los fines de semana en la casa del campo eran las tardes de hacer galletas. Me vienen a la mente los olores, los sabores de robar la masa cuando aun estaba cruda. Sonidos. Me parece estar oyendo a mi madre decir que si seguía comiendo me pondría mala, o la versión más cruel de mi hermano, fundada en una teoría de que la masa crecería en mi estomago y explotaría.
Adoraba pasar las tardes en la cocina mezclando, amasando y sobretodo ensuciando porque al fin y al cabo lo importante es eso, disfrutar. Y si algo tengo claro que haré con mis hijos será disfrutar de esas tardes, en parte, para tenerlos entretenidos. Sí mamá, lo sé, era una forma estupenda de tenerme callada. No te lo tendré en cuenta. De hecho, gracias por tu paciencia conmigo en la cocina, por todas las veces que hacíamos la receta de lenguas de gato de mi libro preferido de la infancia, 1080 recetas, que tenía ya casi las hojas gastadas.
Hoy he pensado en la infancia y la cocina. En que nos merecemos tardes de entretenimiento en la cocina, que nos dejen ensuciar y sobretodo aprender. Así aprendí yo. Mirando como cocinaba mi padre y pasando las tardes en la cocina con mamá.
Uno de los recuerdos más nítidos que tengo de mis primeros pasos ante los fogones, es de un otoño en Vallobal. Recuerdo que fuimos a por moras y las metimos en un bol. Yo me comí la mitad por el camino apenas mi madre se giraba para coger más. Llegamos a casa e hicimos una masa para un bizcocho que sabía a vainilla. Me acuerdo perfectamente de ese sabor que tiene la masa cuando aun está cruda y del olor que invadía la casa. Llevamos «mi creación» al bar-tienda que hay en el pueblo cercano y todos alabaron mi obra. Yo, como os podéis imaginar, no cabía en mi de la emoción. ¡Bendita infancia!
Bueno, que me enrollo como de costumbre. Allá vamos con la receta de hoy.
Para la galleta
- 400 gr de azúcar glass
- 250 gr de almendra molida
- colorantes de colores
- 6 claras de huevo
- 1 pizca de sal
Para el relleno y decoración
- Bolitas de colores
- Mantequilla
- azúcar glass
- queso crema
En primer lugar, separaremos las claras de las yemas. Con las yemas podremos hacer otro postre. ¡Busquemos reciclar siempre! El siguiente paso será llevar las clara a punto de nieve, ya sea con unas varillas eléctricas como a mano. Si es a mano más tiempo tendréis entretenidos a los peques y más felices estarán.
Cuando consigamos una consistencia firme, como la de la foto, solo necesitamos añadir en un primer momento la mitad del azúcar glass tamizada. Poquito a poco. Seguimos batiendo y cuando se haya repartido uniformemente añadimos la otra mitad.
Incorporamos las almendras. En mi caso yo las triture en casa en lugar de comprar la harina ya hecha, por eso los trozos serán más grandes. ¡A vuestra elección queda! Me parecía entretenido que las galletas tuvieran trocitos grandes pero quizás sea más fácil para las primeras veces usar la harina de almendra.
Dividiremos la masa en tres partes. En contenedores de cristal por ejemplo. Ahora entran en juego los colores y esta parte es la que más les va a gustar. Añadiremos dos gotitas por recipiente y será más que suficiente para conseguir un tono pastel muy bonito. En el caso de que vuestros niños sean de colorines podéis añadir mayor cantidad.
Con ayuda de una manga pastelera o si no nos importa que queden tan perfectas con una cuchara haremos redondelitos en la bandeja del horno. Podemos usar papel vegetal, del horno de toda la vida, o bien unas láminas de silicona para que no nos peguen. Dejaremos reposar nuestra mezcla aproximadamente 20 minutos.
Horneamos durante aproximadamente 15 minutos a 170º. Podemos dejar las galletas tal cual o podremos rellenarlas y taparlas. Por último decorarlas con bolitas. En fin, nada de cosas a rajatabla. ¡Dejad que los niños jueguen!
*El relleno lo haremos mezclando azúcar a temperatura ambiente y queso crema en proporciones iguales y un poco de azúcar glass hasta encontrar el punto perfecto de dulce que deseamos.
¡Disfrutad de la cocina gastrónomos!