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¿Quién visita Santander sin probar un helado de Regma?

Se podría decir que casi cualquiera que haya pasado unos días en Santander ha conocido los helados de Regma, sobremanera cuando el clima acompaña durante la estación estival. La popularidad de estos postres, tan característicos por su calidad y el tamaño de los mismos, ha traspasado fronteras y eso explica que su venta supere el millón de helados cada verano, pero… ¿qué sabemos de su origen?

La historia comienza hace 84 años cuando Marcelino Castanedo Miera adquiere una heladería en una céntrica calle de Santander como es Hernán Cortés y decide bautizarla fusionando el nombre de sus hijas Regina y Margarita. Su primer propósito fue una de las claves de su éxito: alejarse de los aditivos artificiales que predominaban con su predecesor, para utilizar únicamente materia prima de primera calidad y de elaboración propia a base de productos naturales. El resultado no pudo ser más positivo.

Apoyándose en un principio en sus productos más tradicionales, que combinan mantecado y chocolate, poco a poco fue ampliando sus horizontes con infinidad de saberes y sabores hasta desembocar en diferentes productos como los helados de yogurt, pasando por aquellos clásicos polos de hielo llamados “Pinochos”.

En la actualidad Regma está dirigida por la tercera generación Castanedo, pero la apuesta por la elaboración y el tipo de productos, así como el espíritu de empresa familiar, no ha cambiado desde 1933. Eso sí, a la línea de los productos tradicionales se han ido incorporando otros nuevos de confitería y cafetería.

Afortunadamente, desde hace ya unos años Regma ha decidido abrir sus horizontes y expandirse por fin fuera de la comunidad de Cantabria. Sus puntos de venta en Asturias (Gijón, Luanco, Ribadesella y Llanes) y Castilla y León (Aguilar de Campoo), han sido acogidos con agrado por muchos de sus incondicionales, que se veían obligados a esperar un desplazamiento a Santander para poder degustar uno de sus populares helados. Ahora son los habitantes de la vecina Euskadi, uno de los principales focos de visitantes a tierras cántabras, los que esperan impacientes la apertura de Regma en alguna de sus localidades.

El cambio de sede en los últimos años a una nueva y moderna planta de producción que permite hasta cuadruplicar la tirada de productos que había anteriormente, promete la apertura de nuevos establecimientos fuera de la región, al margen de los que lo han hecho en territorio cántabro. Otra de las consecuencias que se deriva de la ampliación de esta nueva sede es la alianza a la que llegaba Regma el pasado año con la cadena de restauración Rodilla, para incorporar una nueva gama de helados artesanos a los más de 100 establecimientos que esta última tiene repartidos por España. El siguiente proyecto de Jaime Castanedo es internacionalizar su producto.

Fuente: Flicker

Aparte de Santander, la comunidad cuenta con heladerías Regma hasta en 13 poblaciones repartidas por todo su territorio. Eso no impide que muchos veraneantes sigan opinando que unas auténticas vacaciones en Santander van unidas a guardar la ya tradicional espera que se produce en las largas colas de los días calurosos en la capital para degustar un helado de Regma.

Pero ojo, el invierno tampoco es una excusa para no dejarse ver por uno de estos establecimientos. Si bien es cierto eso de que todos nos quejamos un poco del hastío que nos provoca lo pronto que anochece, hemos de buscar el lado positivo de ello. Esta época te brinda la oportunidad de un tempranero paseo gastronómico por los más glamurosos ambientes nocturnos, que de otro modo no podrías disfrutar sin regresar a casa a horas casi intempestivas.

Por ejemplo, eso es algo que se puede experimentar cuando te dispones a tomar un súper helado en el chiringuito de Regma junto a la playa del Sardinero en la capital cántabra. De igual forma se disfruta si sales en ese momento del estadio, que si eres un enamorado de las terracitas iluminadas de la Plaza de Italia. Y al hilo de este país transalpino, si eres un amante de la cultura de los casinos o te sientes un emperador del juego como lo fueron Claudio, Calígula o Nerón, simplemente cruzas la calle y justo de frente ya te encuentras en el Gran Casino del Sardinero, un hermoso y llamativo edificio que no pasa desapercibido para nadie.

En definitiva, unos gigantescos helados artesanos, de calidad y a un precio razonable, se han vuelto un reclamo en cualquier época del año para los visitantes de Santander. Hoy es curioso reflexionar cómo el tan trillado boca a boca ha convertido a través de los años una simple marca de helados en todo un símbolo de una ciudad.

G de Gastronomía

 

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