¡Hola gastrónomos!
Hoy vengo a hacer un llamado de emergencia. Bueno, no exageraré, pero ¡por favor, basta ya de tanto San Valentín! Las croquetas de San Valentín, el vino más rosa, la tarta de chocolate gigante en forma de corazón… ¡Sobredosis de «azúcar añadido»!
Hay dos cosas que odio, no me encantan; una es ponerle colores a cosas que por naturaleza no suelen tener y, otra, atiborrar a la gente de mensajes de «compra, compra» por una festividad determinada. Como ya dije en Navidad, el amor por el prójimo no se envuelve, ni se le pone lazo; el afecto se demuestra día tras día, y en esas fechas, la clave es apreciar la calidad del tiempo en familia, con amistades, ante una buena mesa, que ya es bastante regalo que nos da la vida. En definitiva, lo importante es con quien compartes ese tiempo.
Desde hace una semana no dejo de recibir notas de prensa que me sorprenden con el restaurante más romántico, el dulce con la mejor forma de corazón y, ¡sorpresa!, alguna que otra ropa interior que ha debido perderse en el vertiginoso mundo del correo electrónico y ha ido a parar a la base de datos de un blog de gastronomía. No seré yo quien le quite el romanticismo a la gente, de hecho, eso es maravilloso pero, no puedo con el marketing que hay detrás del amor. Hay una frase de Andrés Suarez que dijo en un concierto y que me marcó:
Me voy a poner serio porque este tema me jode. A mí lo de cuestionar el amor, o sea, yo creo que me debo a él y no he hecho otra cosa en mi vida. Entonces, lo de cuestionar el amor como si fuera una revisión médica de un taller, lo de a primera vista o a segunda, o sea, qué es, ¿a quinta vista? A la quinta revisión te enamoras. El amor, ¿acaso no es a primera vista?
«¿Qué está queriendo decir está gastrónoma loca?», estarás pensando. Pues que si quieres el jueves salir a cenar maravilloso, si deseas hacer un regalo estupendo también, pero que el amor no debería venir impuesto por fechas ni por colores. En resumen, que unas buenas alcachofas, aunque no sean rosa, pueden ser también un regalo perfecto. Pero el mayor de los detalles es saber apreciar el tiempo, cosa que yo misma, sin ir más lejos, no he sabido apreciar hasta hace bien poco.
Rafael Santandreu, psicólogo y escritor de libros como «el arte de no amargarse la vida», el cual os recomiendo enormemente, habla siempre de dejar atrás la «terribilitis» y de la importancia de ser feliz con los pequeños detalles pero, ¡milagro!, consigue todo esto sin la palabrería ni la argumentación barata que tanto caracteriza a los libros de autoayuda. Creo que gracias a él, en parte, y a que este año me he esforzado por recordar las enseñanzas de mi querida abuela Carmina, me he dado cuenta de que durante muchos años he ansiado desenvolver un paquete cuando lo más importante era el cariño con el que había sido envuelto.
Dicho lo cual, espero que tengáis el mejor de los San Valentines, que seáis conscientes de lo importante del amor en nuestras vidas, ya sea el sentimental, el familiar o el amistoso, y que no es dejéis presionar por el «compra, compra» al que nos quieren someter.
¡Qué corran esas croquetas de corazón! Ok, ya paro.
¡Nos leemos pronto gastrónomos!
Fotografía de portada de Mandy Von Stahl