Chef's Table: Netflix documenta la creación culinaria

En la vida de una persona con éxito, lo más abundante es siempre el fracaso. Un profesional que a sus treinta, cuarenta o cincuenta años haya alcanzado un lugar de prestigio, ha vivido quince, veinte o treinta en los que veía desde abajo como otros lo hacían antes que él o ella. Esta verdad resulta fascinante, pues humaniza y democratiza el triunfo, sitúa nuestra posición vital actual no en un incierto lugar en el que nada ocurre, sino en el mismo lugar en el que se encontraba hace unos años aquél al que no dejan de acontecerle lo envidiable.

La alta cocina es un mundo no tan alejado del cinematográfico o del artístico, en términos de prestigio creativo. Las olas de la crítica sitúan unos años a ciertos chefs a la cabeza, pero numerosas circunstancias pueden hacer variar su posición privilegiada, igual que una mala recaudación puede hundir a un estudio o a un director o un escándalo hacer caer en el olvido a un modisto o a una cantante.

Chef’s Table, creación original de Netflix y producida por David Gelb (director de la preciosista Jiro dreams of sushi), se sumerge a modo documental y durante seis capítulos en la turbulenta historia vital y creativa de seis de los mejores chefs del mundo: Massimo Bottura en Italia, Francis Mallmann en Argentina, Dan Barber y Niki Nakayama en Estados Unidos, Magnus Nilsson en Suecia y Ben Shewry en Australia.

Lo que vemos en cada uno de ellos varía en intensidad, transcendencia y en forma y contenido, pero tiene algunos puntos comunes que llevan esta producción a lo más alto. El pilar inconsciente es sin duda su puesta en escena, pues cada rincón de los apartados técnicos y artísticos funciona conjuntamente y con precisión no sólo para que el resultado global sea uniforme, sino para que sea además visualmente hermoso, cautivador.

Consejos y sabiduría abundan de forma no tan evidente en estos seis cocineros cuyas vidas son distintas (y distantes) pero sin embargo están inevitablemente unidas entre sí y hacia tantos otros por lo universal de su talento. Todos coinciden en unos orígenes complejos, como la tradicional familia de Niki Nakayama o en la importancia de las relaciones humanas y profesionales de su entorno, como Dan Barber y la resurrección de su granja familiar.

La figura del crítico es otro elemento clave: en cada episodio aparecen uno o varios que, bien por ser profundos conocedores de su obra o por mantener una estrecha relación con el chef, guían al espectador al igual que lo hace el propio protagonista. La combinación de entrevistas a especialistas junto a estrellas es la establecida en cualquier documental, pero es la temática, esa disertación sobre el esfuerzo y el triunfo, lo que hace de Chef’s table un producto único, como cada plato expuesto.

El piloto con Massimo Bottura junto al episodio de Francis Mallmann son absolutamente únicos. Dos diferentes tipos de creadores, el del joven italiano más alocado e histriónico, frente a un argentino reposado, convencido, vividor; pero ambos transmitiendo con absoluta pasión lo que significa ser ellos mismos, algo que si bien no está al alcance de muchos de nosotros comprender, Chef’s table facilita vislumbrar. La frase con la que cierro, es sin embargo del neozelandés Ben Shewry. Es un buen resumen de lo que intenta transmitir la serie: detrás de cada creación de nivel, por muy fría y aislada que nos parezca, hay un corazón y un alma humana, habitualmente de más de un individuo, que ha luchado enormemente para llegar hasta allí. Porque sin corazón, sin honestidad, el trabajo y el esfuerzo no ofrecen recompensa.

«La comida no debería ser una especie de tortura artística. Tiene que ser algo edificante, gratificante y delicioso. Y debería estimular a la gente. Pero si no eres feliz con tu vida, ¿cómo vas a conseguir eso? La gente no puede crear nada realmente importante en la cocina si no son felices con lo que hacen.»

By Santi Alverú