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Asturias es la región más obesa de España

Debe de ser que he empezado el 2018 cañera o que he encendido el modo Carmen polémica, pero vista la aceptación del post en el que hablo del greenwashing, me animo de nuevo a dar mi opinión, si bien hoy vengo a tratar otro tema que llama mucho la atención y quería debatir con vosotros desde hace un tiempo.

Asturias es la región con la mayor tasa de obesidad de España, concretamente un 25,7% de la población es obesa según un estudio realizado por la Sociedad Española de Cardiología. ¿Cómo te queda el cuerpo? Pues sí, es un dato alarmante y peligroso a partes iguales que, desde mi punto de vista, se está combatiendo de una forma progresiva y excesivamente lenta.

Cuando en charlas y congresos a los que acudo me preguntan sobre qué opino al respecto, mi respuesta es clara, concisa y en ocasiones monotemática: falta cultura gastronómica. Con esto no pretendo que la gente tenga que saberse como el padre nuestro la lista de estrellas Michelin de su región, ni deba conocer técnicas ni platos de nouvelle cuisine, me refiero a tener conocimientos de lo que verdaderamente nutre a la gastronomía. O bien, tener una idea básica de las verduras y frutas de temporada, los pescados de la región o las carnes; saber más sobre todos los procesos de elaboración así como el simple hecho de leer una etiqueta con conocimiento de causa. Porque, ¡no amigos! No basta con leer las Kcal que tanto resaltan las marcas!

Creo que más de una vez he insistido y recalcado la importancia de entender bien que la gastronomía no trata única y exclusivamente de ofrecer placer a nuestro paladar si no que lleva implícito el conocimiento de los hábitos, la historia y las tradiciones de una región, así como el saber hacer de los ganaderos y campesinos del territorio.

En ocasiones, hablando con gente que, presuntamente, ama la gastronomía, me encuentro con la siguiente conversación:

-Ay, pues nos hemos ido a La Rioja y me he quedado alucinado con las bodegas que visitamos. 

-¿Sí? ¡Qué bien! ¿Conoces alguna bodega de Cangas del Narcea? 

-Pero ese vino es horrible ¿No? ¿Son buenas las bodegas? 

Y aquí es cuando, BOOM, me estalla la cabeza. ¡Tenemos que conocer lo nuestro para valorar lo de otras regiones! Y, en esta ocasión, hablo de vino como podría hablar de la elaboración de la sidra, de los productores de arándanos o de la industria conservera asturiana, maravillosa por cierto.

Sé que suena contradictorio y que visitar esta clase de actividades puede conllevar una mayor ingesta de alimento pero no, todo lo contrario. Para muestra, un botón, ya que Cataluña y País Vasco, regiones que presumen de una extendida cultura gastronómica, cuentan con un porcentaje mucho más bajo de obesidad, con un 15,5 y un 17,9% respectivamente.

Conocer de dónde vienen los productos que acaban en nuestra lista de la compra hace que los valoremos más, pero no nos incitará a consumir más. Insisto además en la importancia del consumo local que sustituirá productos industriales cargados de, no solo un enorme impacto medioambiental sino; en su mayoría, ingredientes no deseados que están muy relacionados con un aumento de los índices de obesidad en la sociedad, como podría ser el glutamato monosódico o el jarabe de maíz de alta fructosa que se encuentran en la mayor parte de productos que se hacen llamar snack o aperitivos saludables, por no hablar de galletas o bollería industrial o químicamente pura, como dice mi padre.

Mi propuesta, obviando que no tengo ni idea de política, sería la siguiente: crear una asignatura en la que se trate conjuntamente con padres e hijos, una temática muy clara pero holística, la gastronomía. Porque, personalmente creo que en la actualidad hay un cambio generacional que vive en contradicción. Por un lado, en el cole les llenan de información nutricional, en la mayor parte de los casos vacía de fundamento, por lo cual entra igual que sale. Y por el otro, unos padres que no han obtenido esa misma formación y que, por tanto, no predican con el ejemplo como bien demuestran los números.

Por último, otro punto que suelen enfatizar los padres cuando hablan conmigo. «¡En el cole de mis hijos se come fatal!». Y aquí da igual que sean públicos que privados, casi ninguno se salva. He encontrado menús escolares dignos de película de terror. ¿Cómo queremos enseñarles a alimentarse correctamente si les demostramos todo lo contrario?

Me gustaría saber vuestra opinión, así que abro el debate tanto aquí como por redes sociales.

¡Un abrazo y gracias por seguir ahí día a día!

G de Gastronomía

Fotografía de portada de @sazzleb

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