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El lío de los influencer. Cómo acabará todo esto

¡Hola gastrónomos!

Hoy escribo una entrada que no estará exenta de polémica pero que, personalmente, necesito tratar.

Hace unos meses se hizo viral una opinión de un conocidísimo chef que se quejaba de la cantidad de bloggers que escriben a su restaurante para tener un menú degustación gratis. Esto me enerva, mucho, pues creo que hace un daño terrible a mi profesión, nueva y malentendida, en la mayoría de los casos, la cual se ve afectada por gente que se define como crítico gastronómico, y limita su trabajo a comer y dar opiniones superfluas de la restauración del establecimiento «x».

Si alguien vio Enviado Especial: alimentos, Carlo Petrini definía mi universidad como un centro en el que educar a futuros gastrónomos que no solo saben de análisis sensorial, sino de todas las ciencias que engloban la gastronomía y que son necesarias para hacer el sector agroalimentario sostenible.

Os preguntaréis porque os cuento este rollo, y os lo explico porque me duele cuando se quita dignidad a una profesión tan bonita como la de gastrónomo, Por culpa de actos de irresponsabilidad, me atrevería a decir que en ocasiones de intrusismo, se da una visión completamente errónea de lo que hemos estudiado y a lo que nos dedicamos. Aquí dejo un link entrando más en detalle.

Metiéndome en harina, y para no seguir enrollándome, quiero compartir la primera regla que aprendí en la carrera. «Una cosa es que te inviten porque precisan de tu opinión y otra que exijas que te inviten para dar tu opinión no solicitada».  O bien, y pongo ejemplo. No se me ocurriría, ni se me ha ocurrido jamás, escribir  a un negocio, sea de la dimensión que sea, exigiendo que me inviten a comer. De esto puedo enorgullecerme y no tener miedo a decirlo en voz alta.

Pagar da la libertad de escribir lo que uno quiere, cuando uno desea y de la forma y con el contenido que uno gusta. 

En contraposición estaría la segunda regla. «No dejéis que esclavicen vuestro trabajo. Es una pasión pero no un hobby. Os formáis en ciencias gastronómicas y tenéis unas herramientas culturales que utilizáis para desarrollar vuestro trabajo. Por esto, no dejéis que os exijan ir, escribir como ellos quieren u os sintáis obligados a hablar positivamente sobre un establecimiento porque han sido generosos durante vuestra visita».  Esta es la parte que hoy me interesa tratar.

A diario recibo emails de invitaciones a eventos o restaurantes. En ocasiones voy, visito el restaurante si me interesa y si me apetece escribo. Lo mismo con jornadas super interesantes con las que me encuentro con frecuencia, así como presentaciones de producto. Voy encantada porque pruebo, aprendo, descubro y me formo. El problema está en que alguna vez me he encontrado con gente que, de forma que creo es bastante arrogante, te invita pero a cambio te exige un potosí de cosas. Este es el momento en el que debo ejemplificar, porque si no va a dar lugar a equívocos o a que penséis que soy cretina. Es como cuando te invitan a un cumpleaños y tienes que pagar la cena y el regalo. Como dice siempre mi hermano; el verbo no es el adecuado, no te invitan, te dejan compartir habitáculo.

Imaginaos que «x» local de «y» pueblo a 40 km de Oviedo, me invita a probar su nuevo menú porque quiere mi opinión. Yo desinteresadamente acepto porque me interesa por algún motivo o porque me apetece ayudar. De golpe deciden que para que yo vaya, porque «me están haciendo un favor invitándome», tengo que hacer una serie de escritos, una serie de fotos y una serie de publicaciones en redes. ¿Qué os parece? Pues, gracias a Dios, ocurre poco, pero ocurre. También he de decir que generalmente esto no es ocurrencia del chef o propietario, si no que esto suele ser obra de alguna agencia o de algún encargado de marketing.  

Aquí va mi opinión: 

Para mi es una falta de respeto absoluta a mi tiempo, mi dedicación, mi formación y, por encima de todo, a mi persona.  Como es tangible, ya os habréis dado cuenta de que estoy de buen año, vamos, que me sobran unos kilogramos, por lo que yo decido donde y con quien como. Gracias a Dios, antes de ejercer, mis padres ya me enseñaron a valorar el buen comer y acostumbro incluso cuando no estoy trabajando a comer por ahí.

Pretender camuflar tras una invitación una exigencia de post, estas haciendo lo que tanto se quejaba el famoso chef del que os hable al inicio del post: exigiendo que haga mi trabajo gratis o incluso que ponga dinero (gasolina, peajes o gastos varios).

Cuando veo estas cosas pienso que son fruto de los primeros. Es decir, la cara de algunos ha desencadenado en las absurdas exigencias de otros. Pero, la verdad, qué pena más grande.

Finalizaría con una conclusión personal que resume los aprendizajes anteriores:

Pagar da la libertad de escribir lo que uno quiere, cuando uno desea y de la forma y con el contenido que uno gusta.

Bajo esta premisa, un establecimiento hostelero tiene la libertad de exigir ciertas publicaciones o post si contrata al profesional, valorando económicamente sus servicios.  

El trueque está bien entre amigos, pero no entre desconocidos que buscan una relación profesional.

Y por supuesto, seguiré haciendo favores a quien yo quiera, seguiré haciendo km y gastando dinero en mi profesión porque la amo y para mi el trabajo es todo el día, las 24 horas del día los 365 días del año.

Gracias a Dios me encuentro con gente maravillosa, hosteleros estupendos, tenderos geniales y encargados de agencias que son grandísimos profesionales, pero me he cansado de que desconocidos que se enriquecen de mi trabajo pretendan que yo haga un esfuerzo por amor al arte. Por supuesto, todo lo anterior lo extrapolo también a otros sectores que también se están viendo influenciados, nunca mejor dicho, como el de la moda, arquitectura, fotografía, y un largo etcétera.

Por favor, tengamos rigor y ética.

Firma Carmen Ordiz

 

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